miércoles, 22 de diciembre de 2010

La meta es superarse

     “Solamente podremos progresar si nos aseguramos de que los deportistas estén en el centro de todo lo que hacemos”. Las palabras del inglés Philip Craven, discapacitado motriz y presidente del IPC (Comité Paralímpico Internacional) son sentidas. Y vaya si lo son.
     Patologías congénitas, enfermedades, discapacidades físicas, amputados… según Alejandro Maldonado, quien nació con una enfermedad congénita, “ningún tipo de discapacidad constituye un impedimento para alcanzar lo que uno quiere. No hay que pensar en otra cosa que no sea superarse”. Atletismo, esgrima, natación, tenis, canotaje, básquet… muchas son las actividades, aunque todas bajo objetivo claro: fomentar la rehabilitación como un medio de inserción social, estimulando sus capacidades y permitiendo incorporar la carencia a su organización física y mental.
     El fundador de una ilusión: a la hora de hablar sobre revolucionarios, sin lugar a dudas el nombre de Ludwig Guttman tiene un lugar de cabecera en el salón de la fama. Siempre al pie del cañón. Siempre del lado de la enseñanza.
     Guttman, alemán de nacimiento, escapó en 1936 de la cruel persecución nazi para continuar con su carrera de neurocirujano. El saldo de muertos y heridos que dejó el final de la Segunda Guerra Mundial fue desolador. En consecuencia, en 1944 el Gobierno de Inglaterra decidió crear un Centro para las lesiones medulares dentro del hospital de Stoke Mandeville. Y el elegido para dirigir dicha obra fue el doctor Ludwig Guttman.
     Poppa, como lo llamaban sus colegas y amigos, se dio cuenta que los discapacitados de guerra, como se los llamaba en aquella época, necesitaban un estímulo que los ayudara a sobrellevar todas las problemáticas que les depararían su indeseada condición. De esta manera, empezó a realizar las primeras experiencias deportivas sentado él mismo en una silla de ruedas. El tratamiento comenzó a dar un gran resultado en la rehabilitación de los pacientes tanto física como mentalmente. Al cabo de varias prácticas -siempre como entretenimiento- el cambio en las personas con problemas medulares fue notorio.
     En 1956, el COI (Comité Olímpico Internacional) reconoció el trabajo de Guttman, quien muere en 1980, otorgándole la Copa Fearnley, como representante de los valores sociales y humanos de los deportes sobre silla de ruedas. A su vez, Isabel, Reina de Inglaterra, lo nombró con el mítico mote de “Sir”.
     En la búsqueda de un sueño: el básquet sobre sillas de ruedas nació en Inglaterra, cuna de todos los deportes. Sin embargo, fue en Estados Unidos donde los Flying Wheels, un humilde equipo californiano -emulando a los míticos Harlem Globetrotters- comenzó a realizar giras por todos los condados. Durante su recorrido, la algarabía del público fue tal, que el interés por la disciplina fue cada vez en aumento. El lema fue: “Si los individuos en silla de ruedas podrían practicar el básquet con habilidad, destreza, coordinación e ímpetu, también podrían, bajo un buen entrenamiento, desempeñar correctamente un empleo”. El primer objetivo de los Wheels estaba cumplido.
     Rumbo a un futuro promisorio: Guttman había comenzado una revolución que, si contaba con el apoyo necesario, llegaría a formar parte de la elite del deporte mundial. En consecuencia, nacieron los juegos de Store Mandeville, que originalmente fueron creados para personas parapléjicas. En su primera presentación en Londres participaron 16 pacientes británicos heridos en la segunda guerra mundial.
     Previo paso por Estados Unidos, el auge generado por los juegos hace que en 1950 América se incorpore a dichas actividades. Cuatro años más tarde, con la participación de un conjunto de veteranos de guerra holandés, los juegos se transformaron en internacionales.
     En 1960, en plena disputa de los Juegos Olímpicos de Roma, Antonio Maglio, colega de Guttman y director del Centro de Lesionados medulares de Ostia, Italia, propuso ante el éxito rotundo de las competencias, el inicio de unos juegos similares inmediatamente después de los JJ.OO. Preso de una gran e innovadora iniciativa, en esa primera oportunidad Roma reunió cerca de 400 deportistas discapacitados de 23 países y, a partir de allí, las personas minusválidas gozan de un espectáculo cada cuatro años al igual que los Juegos Olímpicos.
     Una organización eficaz: si bien se fueron formando diferentes y muy diversas federaciones y organizaciones -siempre respetando una misma idea-, después de la muerte de Guttman, el doctor danés Jens Bromann fundó en 1982 la ICC (Internacional Coordinating Comité Sport for the Disabled), siendo el primer ente coordinador de las actividades y disciplinas de las federaciones y comités para discapacitados.
     Luego de siete años, el ICC fue reemplazado por el IPC (Comité Paralímpico Internacional), donde fue elegido como primer director el doctor canadiense Robert Steaward. Más allá de la basta capacidad e idoneidad en su desempeño, el apoyo, en aquel entonces, del español Juan Antonio Samaranch, presidente del COI (Comité Olímpico Internacional) fue fundamental para que todas las organizaciones se unieran. Entre sus funciones más importantes el IPC organiza y coordina los Juegos Paralímpicos, los Mundiales y los campeonatos regionales. Además, también trabaja en forma conjunta con el CPA (Comité Paralímpico Americano), presidido por el brasileño Andrew Parsons, que supervisa, entre otras competencias, a los Juegos Panamericanos.
     Argentina: en vías de desarrollo: el deporte nutre día a día las esperanzas e ilusiones de miles de atletas discapacitados, el básquet tomo la posta como una de las actividades que más se destacó y se destaca dentro del ámbito social. 
     El FADESIR (Federación Argentina de deportes sobre silla, 1969) cumple una tarea fundamental para saciar, al menos, las dificultades -en lo posible- e interrogantes de los atletas. No obstante, es importante subrayar que la actividad física y los deportes deben ser desarrollados como un medio de rehabilitación y participación social, y nunca como un fin en sí mismo.
     Sin embargo, a pesar de lo logros obtenidos a nivel Selección, los problemas económicos son una constante a la hora de realizar una adecuada planificación de trabajo. El costo de las sillas es cada vez mayor (las importadas son demasiado caras) además del mantenimiento que estas necesitan.
     Teniendo en cuenta que el deporte en la Argentina no es profesional como en otras partes del mundo, a pesar de que tiene un apoyo mediante una beca de la Secretaría de Deportes, se les hace imposible mantener a los jugadores. En consecuencia, es imposible conseguir un buen nivel de entrenamiento, mejores instalaciones, sillas en buen estado, pelotas, entre otros elementos.


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