miércoles, 12 de octubre de 2011

Cambiando espero

            Hace poco más de diez años viajar a Venezuela o Bolivia suponía un triunfo asegurado para cualquier Selección que se sepa superior. Con el paso del tiempo el fútbol fue transformando sus formas y hoy, más allá de la calidad de los jugadores, la paridad entre los equipos, desde las ligas domésticas hasta los representativos, es absoluta. Es que, a partir de la igualdad en lo físico, esa supuesta superioridad deja de existir y el resultado pasa a ser consecuencia de un hecho individual aislado o una maniobra colectiva pulida y ensayada previamente con horas de trabajo, que es lo que, en muchos casos, hace falta. Y no por desmérito de los entrenadores -que no me cabe duda que trabajan y mucho-, sino por un sistema comercial inescrupuloso manejado por los grandes dueños de este negocio. Aunque eso ya es parte de otro tema.
            Ahora bien, en el comienzo de las Eliminatorias para el Mundial que se disputará en Brasil dentro de tres años, la Selección Argentina venció el último viernes como local a Chile y cayó ayer en condición de visitante, por primera vez en su historia, ante su par de Venezuela. Y aquí es donde me detengo para hacer un análisis que va más allá de los resultados; porque si los goles convertidos frente a los trasandinos en lugar de cuatro hubiesen sido uno o dos, hoy estaríamos hablando de la falta de tenencia del equipo de Sabella y no de la contundencia de los delanteros argentinos. Es que el juego, a veces, queda maquillado por el resultado. Y es eso lo que no debe pasar. Sin embargo, nunca hay que perder de vista el contexto, aunque la propuesta varíe y los protagonistas no sean los mismos.
            Las comparaciones siempre son odiosas, pero sirven para graficar una realidad que no es tal. En julio de 2010 el Málaga, de España, obtuvo el pase de Rondón, quien con su potencia y velocidad preocupó a toda la defensa argentina, en 3 millones y medio de euros; mientras que Fedor, su compañero de ataque ayer, podría pasar al Girondins, de Francia, por la misma cifra. Es decir, entre los dos atacantes venezolanos suman 7 millones de euros. Pasando a la otra vereda, cualquier equipo que desee los servicios de Gonzalo Higuaín deberá desembolsar más de 30 millones de billetes de la misma moneda.  Por su parte, la cláusula de rescisión de Messi oscila en los 250 millones. Sin embargo, la diferencia en la cancha no fue tal. Es que no existen los jugadores que ganen los partidos solos. La Argentina fue contundente frente a Chile, pero careció de tenencia. Pero esto se explica a partir de los apellidos en cancha: Di María, Messi e incluso José Sosa se destacan por el vértigo en su juego y la verticalidad y no por la pausa.  
            Los factores externos, que existen y son muchos, fueron determinantes en el segundo partido. Retomando lo dicho en el primer párrafo, los futbolistas argentinos debieron reponerse en tres días de jugar en una cancha mojada y pesada, viajar más de ocho horas y soportar una temperatura y humedad agobiante para enfrentar a una Selección descansada, que había guardado a la mayoría de sus titulares para el trascendental choque. Es decir, poco tiempo de descanso y condiciones totalmente adversas. El cansancio de los jugadores argentinos fue demasiado claro. Y el peso de las individualidades no pudo ante una Selección venezolana trabajada que venía de lograr un meritorio cuarto puesto en la última Copa América.
Sin embargo, la identificación con una idea es lo que nos hace diferentes y respetables ante los demás más allá de los resultados. Un sentido de pertenencia con nuestras raíces. Los Pumas y la Selección de básquet se destacan por su fuerza, por su entrega, por brindarse a pleno por el equipo. Las Leonas por su calidad y por el buen juego con la bocha al piso. Desde la época de Bielsa e incluso Pekerman o Basile, un poco más acá, la Selección de fútbol fue perdiendo su identidad.
            Aquí la suerte está echada y Sabella deberá luchar con su grupo de trabajo en dos frentes: el primero junto a sus dirigidos sobre el verde césped, como diría el gran Labruna; y el segundo ante los dirigentes de la calle Viamonte que, como es sabido, priorizan los resultados y no los procesos.