lunes, 27 de diciembre de 2010

¡Che, fulbo!

¡¿Qué es el fulbo?!,
apremiante es mi pregunta.
Fácil para muchos,
difícil para otros
y simple como en su esencia
pero para unos pocos.
Un juego, un estilo de vida
un trabajo, un espectáculo
un deporte y un negocio.
Presos de sus ilusiones,
encontraron una salida
y no por eso hay que condenarlos,
generador de una identidad colectiva.
Complejo en su razón de ser,
adorados veintidós dioses
reunidos cada cuatro años
sin basilar en sus inmensos templos.
Nada cambia,
todo llega
y nada deja.
Con el cuchillo entre los dientes
y con la voraz sed del orgullo.
Veintidós guerreros
salen domingo a domingo a la batalla
y un centenar de ilícitos
dan rienda suelta a su oficio.
De traje y corbata se presentan,
con signos de nobleza,
ideas nuevas y generosos bolsillos
e ideologías impuestas.
Decadentes estrategias
se comentan a diario
y dueños de la globa
vanagloria jactancia de la vida.
Impunidad, violencia y corrupción.
Gambetas, pases cortos y picardía de potrero.
Espejo del mundo,
eso sí,
en exportaciones juveniles.
Nada cambia,
todo llega
y nada deja.
Con el cuchillo entre los dientes
y con la voraz sed del orgullo.
Idiosincrasia argentina,
de una desesperanza extrema,
responsables ausentes
abultan sus cuentas
en pos del pecado
y de una ideología impuesta.
Este es el fulbo argentino
y por mal que nos pese,
siempre habrá una puerta abierta
y la ilusión permanente,
de continuar en la lucha
de unos pocos luchadores.
Ojala me equivoque
y me lean algún día
en donde esto parezca una increíble utopía
de mí querida Argentina.

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